Había una pequeña niña que siempre soñó con escribir relatos de terror.
Fue creciendo y sin darse cuenta sufría la mayor historia de
terror que podía imaginar. La vida fue pasando ante sus ojos y el tiempo se
comenzó a escapar entre sus dedos como finos granos de arena en un reloj que
nunca paraba. Antes de darse cuenta había aparcado su sueño por un trabajo con
contrato fijo. Algunas noches sentía la ansiedad y la pena por no luchar por
él.
Un día decidió plantarle cara a la vida. Cogió una libreta y
se fue a caminar por el campo para inspirarse. Se sentó bajo un árbol y trató
de inspirarse en lo que veía, pero el ruido de unos pájaros la distarían.
Comenzó de nuevo a andar y finalmente encontró un tronco donde sentarse a inspirarse.
Pasado un pequeño rato comenzó a notar que el tronco estaba lleno de hormigas y
estaban mordiéndole. Se levantó y sacudió rápidamente y de nuevo, prosiguió su
marcha. Siguió andando y acabó tropezando con un árbol. Parece que no paraban
de pasarle desgracias (pensó para sí misma). Absorta en sus pensamientos, se fue
adentrando más y más en el bosque.
Garabateó una serie de ideas inconexas en su libreta y
finalmente decidió volver a casa. Rendirse con la escritura iba a ser mucho más
sencillo. ¿De dónde iba a poder sacar ideas para un buen relato de terror?
De pronto, se dio cuenta de que no tenía ni idea de donde se
encontraba. Cogió su móvil y se dio cuenta de que se había quedado sin batería.
No sabía tenía idea de la hora ni de donde se encontraba. Nadie sabía que se
encontraba allí. Comenzó a mirar a su alrededor buscando algo que le sonara
para volver tras sus pasos, pero no tuvo suerte.
La noche fue cayendo sobre ella, envolviéndola lentamente
con su frío y su oscuridad. Los ruidos del bosque que antes parecían apacibles
se volvían más y más tenebrosos. Se planteó quedarse en el sitio donde se encontraba
y esperar a que hubiera luz para tratar de buscar el camino, pero algo hizo que
descartara ese plan. Escuchó un ruido en el bosque, un ruido como el algo
rascando la tierra. Ese sonido parecía acercarse lenta e inexorablemente. No
lograba relacionar ese sonido con nada que conociera y de pronto, algo se
activó en su interior. Los animales normalmente huyen de las personas, ¿qué
podía ser eso que se iba acercando hacia ella? Comenzó a imaginar terribles
monstruos, con cuerpos deformes que se arrastraban lentamente hacia ella. Se le
heló la sangre y sintió que las piernas no le reaccionaban.
El instinto de supervivencia tomó el control y con una
descarga de adrenalina comenzó a correr por el bosque sin tener muy claro hacia
donde se dirigía. Lo único importante era alejarse de ese sonido. Finalmente
tuvo que aminorar la marcha cuando se encontró con un rio en mitad de su
camino. No recordaba haber visto este rio antes, pero eso ahora no era lo más
importante. Escuchó atentamente para ver si ese ruido seguía escuchándose. Se
sobresaltó cuando notó que ese ruido estaba mucho más cerca que al principio.
Cruzó como pudo el rio esperando dejar atrás a su
perseguidor. Se imaginó que el monstruo tenía tentáculos y se iba sujetando con
las ramas para avanzar cada vez más rápido. De ser así, sortearía el río sin
problemas. Corrió sin mirar atrás. Mirar atrás significaba una posible muerte a
manos de alguna bestia terrible que se escapaba a cualquier cosa que pudiera
imaginar.
Corrió sin descanso para lo que ella notó como horas,
finalmente vio la salida del bosque y sin mirar atrás continuó corriendo hasta
que llegó a la seguridad de su hogar.
Allí finalmente podía respirar tranquila. Si había algo
allí, estaba segura de que no la seguiría hasta su casa. Se quitó la ropa llena
de barro y suciedad y se dirigió a tomar una ducha. Cuando salió tomo su
ordenador y comenzó a escribir sobre ese monstruo que le había perseguido.
Las ideas brotaban empujadas por el terror que aún sentía en
el cuerpo. La adrenalina aún no había descendido ni un ápice. Quizás esa
criatura se encontraba ahí fuera, esperándola, acechándola…
Escribió sin descanso durante horas y horas. Sus dedos
danzaban velozmente sobre las teclas del ordenador escribiendo con una locura
insana, empujados por el miedo. No podía dormir, no debía dormir. Si dormía,
quizás la bestia vendría y acabaría con ella.
Finalmente completó la historia que tanto había anhelado.
Comenzó a leerla y sintió que ella no la había escrito. Recordaba haber estado
escribiendo, pero pareciera como si lo escribió en algún tipo de trance. La
historia era terrorífica y un escalofrío recorrió su espalda. Reunió el coraje
que le quedaba y lo colgó en una página donde la gente podía leer sus trabajos
y se sentó a mirar la pantalla del ordenador.
Allí se quedó esperando, sufriendo el mayor terror que podría
imaginar. Viendo su libro en a disposición del mundo y que absolutamente nadie
le daba una oportunidad. Y con ese miedo como bandera, se dispuso a escribir otro.
Notaba un nudo en el estómago y presión en el pecho, pero decidió que ese miedo
sería su musa.
En ese momento lo supo, no pararía hasta que sus palabras llegaran
al mundo.